Son estas antiguas casas de las que hoy sólo se pueden adivinar detalles de su configuración original (mayólicas, cornisas, etc.) el lugar dónde funcionó la fábrica de paños que el General Urquiza instaló con la firma Ubach y Roca. Las máquinas a vapor fueron traídas de Europa.
La fábrica se instaló en uno de los grandes locales de las casas de Urquiza y el acto de inauguración contó con la presencia del General Urquiza y de varios de sus ministros, “La multitud presente se abrió en dos alas, sobre las aceras para dejando libre la calzada de tierra. Descendió el general de su caballo y sin que perdiera su rostro aquella gravedad noble y autoritaria (…) abrazó al valiente industrial”.
Las dos cuadras siguientes hacia el sur de estas casas fueron destinadas al cultivo de plantas tintóreas para uso de la fábrica de paños, y era cuidadas por dos peoncitos criollos que las cuidaban y regaban con agua de un pozo excavado en el centro de cada manzana. Antes de la inauguración, José Ubach hizo funcionar las máquinas, las más grandes que se hubieran visto en la ciudad, “El volante de un metro y medio de radio querva enfrente de la puerta principal, de manera que “Una multitud se aglomeraba en día de la inauguración, se pasaba las horas como absorta contemplado aquella enorme rueda de acero”.
La muerte del general Urquiza trajo muchas complicaciones a este emprendimiento, que aún en 1872 seguía funcionando bajo la dirección de la viuda del General Urquiza, pero cerraría poco tiempo después por las grandes dificultades económicas y comerciales por las que pasaba.
Sobre este emprendimiento pionero en nuestro país, Rodolfo Seró mantero, publica en el diario “La Calle” de agosto de 1945, un interesante trabajo de Antonio P. Castro, quien se desempeñara como Director del Palacio desde el año 1942 hasta 1945, en que fue designado como Director del Museo “Sarmiento” y más tarde como Subsecretario de Cultura de la Nación, elaboró sobre este emprendimiento industrial del General Urquiza con datos valiosos, tomados del Archivo del Palacio San José.
En el palacio, según cuenta Castro en su artículo, existe una voluminosa carpeta del archivo citado, en el que se encuentran reunidos, para que oportunamente puedan consultarla los estudiosos de la vida industrial del General Urquiza todos los antecedentes, desde el contrato original del Cap. Gral. Justo José de Urquiza, con José Ubach y Roca, hasta la correspondencia mantenida por estos y sus representantes para llegar a la instalación de la importante fábrica, que debía producir: “sedas, castores, casimires, franelas, bayetas, satines, etaminas, frazadas y demás tejidos de lana”, según dice textualmente el citado documento que lleva la fecha del 27 de julio de 1869 firmado en Buenos Aires.
El señor Ubach y Roca, con fecha del 24 de diciembre de 1869 manda a su hijo Joaquín, experto en la materia, y solo espera su carta para emprender viaje desde Europa con su señora e hijas y algunos obreros especializados. La nave “La Frasquita” mandada por D. F. Belloni trae hacia la capital (Concepción del Uruguay) las primeras máquinas de telar, y el 21 de diciembre había contratado en Manchester la máquina a vapor y calderas para completar el equipo, preparado por la casa John M. Summer y Cía., para remitirla a Concepción del Uruguay. La cuenta de embarque de las máquinas había sido pagada por Don Vicente Corbalán a nombre del Gral. Urquiza y de Ubach, según le comunica el primero a D. José Ballestrín y el flete desde Buenos Aires que tenía un costo 80 pesos bolivianos, del transporte que había estado a cargo de la agencia Torrado y Molero, siendo descargadas las mismas en “Santa Cándida”.
El 15 de abril de 1869, el cerrajero José Ponsa llega a la ciudad para montar las máquinas, recomendado por Ubach, y mientras se espera a que lleguen “podrá trabajar en las rejas que deben ponerse en las ventanas”.
Sabemos ya que la fábrica funcionó en la calle Vicente H. Montero (Actual Juan Perón), en las antiguas propiedades conocidas por “Casas de Urquiza”, levantadas expresamente con el fin de servir de casas de alquiler a los trabajadores del puerto, y cómo el asesinato del General Urquiza frustró ese gran elemento de progreso para nuestra ciudad, cuya enorme importancia se hubiera hecho sentir en la economía de nuestra región.
El organizador de la Nación, que había llegado a su meta de darle al país su estabilidad política definitiva, comenzaba a aplicar recién toda su intensidad, al progreso industrial, sus enormes posibilidades y su clara visión de hombre progresista, y así como se perdió este importante ramo de la producción industrial que nos ocupa, se anuló también con su muerte, una enorme empresa colonizadora, cuyo contrato firmado con Ubach en noviembre de 1870, había sido planeado en julio de 1.869 , y estaba patrocinado por el General, el doctor Benjamín Victorica y José Ballestrín para traer al país de 20 a 30 mil familias de agricultores a cuyo efecto se había firmado un contrato con un señor de apellido Rescoti, el que ya había provocado gastos que posteriormente debieron ser reembolsados al señor Ubach y Roca por la sucesión de Urquiza.
La de Concepción del Uruguay fue la primera fábrica de paños de nuestro país, afirma Seró mantero, y esto se fundamenta en los importantes datos encontrados a dicho respecto, en un interesante folleto de la valiosa colección Victorica. Se documenta allí que la primera tentativa fue en Buenos Aires en 1862, cuyo proyecto se publicara el 28 de junio de ese año en la “Tribuna”, que en 1867 se celebraba reunión en la Bolsa de comercio de Bs. As. para concretarlo y que solo asistieron tres personas, D. Teodoro Atucha, D. Andrés Egaña y D. Manuel Pazos, que en 1.873 “El comercio del Plata” se refería al iniciador y tenaz propagador de la primera fábrica de paños en la República Argentina, al referirse a D. Francisco Carulla y que recién en 15 de octubre de 1878, vale decir 8 años después de la de Concepción del Uruguay, se concreta “la sociedad industrial del Río de la Plata” con más de 200 accionistas, y que a pesar de ello y de contar con las firmas más importantes de la Capital fue imposible poner en marcha aquella empresa.
Fábricas, colonización, progreso, todo fue desbaratado por la tragedia del 11 de abril, trayendo en cambio la guerra fratricida que tanto perjudicó a Entre Ríos en su marcha ascendente, y cuyas consecuencias debieron sentirse por tantos años en la economía de nuestra provincia. Donde debieron estar emporios de trabajo, de producción, y de riqueza, han quedado solamente, apenas hoy visualizables, unas antiguas propiedades que hablan a las actuales generaciones del empuje de aquellos hombres constructores con una idea del país que querían para sus connacionales.
Antonio Pedro Castro. Nació en Concordia, el 29 de junio de 1902. Sus padres eran uruguayos, eran Miguel Castro Ramos y Pastora Martínez Olascuaga, en el año 1903, fue bautizado en la catedral “San Antonio” de Concordia. Los estudios primarios y los secundarios, hasta el cuarto año, los realizó en Concordia, en la escuela de Comercio, la que tuvo que abandonar por razones de salud.
Luego junto a su padre, logró empleo en el banco Popular de Concordia, donde fue escalando posiciones hasta llegar a secretario de la gerencia, con cargo de sub-gerente, trabajó en esa institución durante 13 años. Fue también secretario de la biblioteca popular “Olegario Víctor Andrade” de la ciudad de Concordia. Por el año 1939, el gobierno nacional lo designó para estudiar, y divulgar la correspondencia existente en el palacio “San José”. Se transformó en jefe del archivo, y en 1942, se le ascendió de cargo confiándosele la administración y dirección del Palacio.
Cuando deja consolidada su obra, en el año 1945, es destinado a la dirección del museo Sarmiento, en Buenos Aires, allí trabajó incansablemente en su organización, haciendo aportes interesantes sobre la vida del sanjuanino, mientras ejercía en el museo, ocupó la presidencia de la Comisión Nacional de Cultura. Después, y como coronación de su vida pública, ocupó, desde el 6 de marzo de 1948, la Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación de la Nación, donde desarrolló una gran labor en el fomento de las manifestaciones artísticas, científicas y literarias.
Se desempeñó como periodista en diferentes medios de Argentina, Uruguay y Chile, en C. del Uruguay los diarios “El Día”, “La Calle”, “El Telégrafo”, “Los Principios” y “La Juventud” publicaron sus artículos. Algunos de ellos fueron: “Nueva historia de Urquiza: Industrial, comercial y ganadero, Urquiza benefactor de Rosas y su familia” (1935), “Basualdo y Toledo” y “Entretelones desconocidos del acuerdo de San Nicolás” (1945), ”La Fundación del Colegio del Uruguay” (1949), “Diario de Gastos de Sarmiento” (1956), “Crónicas Históricas” (1939) y “Crónicas Regionales Entrerrianas”, en 1950.
Fue miembro correspondiente de la junta de estudios históricos de Mendoza, correspondiente y fundador de la junta de estudios históricos de Curuzú Cuatiá (Corrientes). Miembro de número de la junta de estudios históricos de San José de Flores. Igual carácter de la Asociación Argentina de Estudios Históricos. Miembro correspondiente del instituto «Sarmiento» de San Juan, perteneció a la Asociación entrerriana «General Urquiza», a la junta nacional de intelectuales. «A la Comisión Nacional de Monumentos y lugares históricos» y también al instituto Argentino de Ciencias Genealógicas. Recibió dos condecoraciones: «La Encomienda de Alfonso X, el sabio», por parte del gobierno de España y de «Caballero» Gran Cruz de Gracia Magistral de la orden de Santa Brígida de Suecia con sede en Roma.
El 20 de mayo de 1958, moría don Antonio P. Castro, en su casa de Vicente López (Buenos Aires).
Fuente: Civetta, María Virginia y Ratto, Carlos Ignacio. Bibliografía: Diarios “La Calle” de 1945. Agradecimiento a la Museóloga Ana Trípoli, por facilitarnos el acceso a las fuentes, texto procesado por Téc. María del C. González Méndez. Diario “El Heraldo”, Concordia, 21 de Agosto de 2018 y Babuglia, Antonio, “Verilogías y Satirazos”. En serie con Armonías y Rebencazos de 1904 y Reincidencias de 1909”