Juan Carlos Schiavo. “Un Hermano”, que en la República del Puerto Viejo no se olvidará.
Conocido como Carlitos, un ángel que nació y vivió en el barrio Puerto Viejo de Concepción del Uruguay y que un día de julio de 2009, nos dejó físicamente, porque espiritualmente y en nuestros recuerdos sigue habitándolo.
Su otra pasión: la música.
Junto a la Defensa Sur, hay una plaza que lleva su nombre, una plaza que jamás está sola, siempre hay muchos chicos acompañados por sus familias jugando en los juegos y disfrutando de la vegetación.
Sabemos que Carlitos junto a su amigo imaginario “El Flaco”, están todos los días en su parque, seguramente discutiendo el valor del dólar, los problemas de gobierno y por qué no, viendo qué pasó con la lluvia del 9 de setiembre de 2019 cuando se inundara el maravilloso lugar que los vecinos hicieron con ayuda del Municipio para que el no muriera jamás.
A pesar de ser una persona con capacidades diferentes, tenía una inteligencia que lo destacaba. Le encantaban las carreras de motos y autos. Los muchachos del barrio lo llevaban los domingos y para esos días tenía una campera igual a la que usaban los jefes de equipos.
En el taller de los Albizatti demostraba su habilidad con los fierros. Los amigos del taller le habían fabricado con tarros una especie de auriculares y se ponía a cantar en la esquina de calles Alejo Peyret y Tibiletti. Con ayuda del almacenero del barrio, quien le regaló algunas latas de dulces, se había fabricado una batería.
Y cuando lo llevaban a los bailes donde actuaba el Sapo Lacava con el grupo Los Cuatros Colores, este le permitía tocar el instrumento, momento en que Carlitos desplegaba su amor a la música y el baile.
También fue fanático del famoso grupo Los Iracundos, de la República Oriental del Uruguay.
Carlitos Schiavo decía ser el dueño de la tradicional Panadería Díaz, ahí le permitían trabajar en la cuadra.
Era hiperlimpio, es así, que para trabajar en la panadería usaba un delantal largo y cubría su cabeza, para que el polvillo no le molestara. Llevaba ropa para una vez terminada la jornada de trabajo, se bañaba y se cambiaba.
También tenía su lugar de trabajo en el Ministerio de Obras Públicas y los obreros lo mandaban a las oficinas y él, como buen trabajador llevaba como ellos, anotadas las horas extras que hacía.
Le gustaba mucho la comida, es así que su visita al Ministerio le resultaba interesante pues lo dejaban subir a los barcos, donde podía comer.
En el barrio han quedado muchas anécdotas, una de ellas cuenta que tenía una guitarra de juguete y no faltó que uno de los muchachos le propusiera cambiársela por un choripán. Y fue más fuerte la comida, que la música.
Comía tanto que cuando se sentía mal, iba a la casa del enfermero del barrio Señor Tálamo. Este le daba un Mejoralito, pero tenía que darle también una Coca, para que tomara la pastillita. Y se curaba así su indigestión.
Y otra que aún se comenta a pesar de los años dice:
En oportunidad del casamiento del Señor Marcelo Galarraga, en momentos de este salir para la iglesia, llega Carlitos y deciden ir juntos a la ceremonia. Carlitos no necesitaba invitación, había llegado de traje y corbata, vestido para la ocasión.
“Juan Carlos Schiavo, Carlitos, ¡la República del Puerto Viejo no te olvidará!”
Fuente: https://concepcionhistoriayturismo.com/2019/09/17/carlitos-schiavo-un-hermano/