Allá por la década de 1970, lejos de las computadoras y de Internet que pone a nuestro alcance mucho material para ilustrar nuestros trabajos de la escuela primaria, las “figuritas” y los recortes de Anteojito o Billiken eran un muy buen aporte para obtener un “Felicitado” de la maestra, pero, existía otra herramienta que nos permitía hacer “nuestros propios” dibujos e ilustraciones, era el “Simulcop”, este pequeño librito anillado (debe haber sido uno de los precursores de este sisma de encuadernación), ayudaba a dibujar al niño, e ilustrar la carpeta o cuaderno.
Es un libro de finas hojas de calcar con diferentes dibujos, que permitía pasar un lápiz sobre el contorno de la figura y se trasladaba a la hoja de papel en forma fiel y perfecta, por eso en las imágenes se de las figuras y textos “invertidos”. Los había por materias y por grado.
Tenía diferentes secciones, de acuerdo al grado a que estaba dedicado, historia, geografía, economía, biología, higiene, etc. Nosotros lo comprábamos en la librería Edmis, sobre calle Urquiza, media cuadra al norte de la plaza San Martín.Fue ideado por Jacobo Varsky, en setiembre de 1959, como plantilla de dibujo.
Primeramente, fue comercializada por Luis Laserre y Cía. y luego por Ediciones América. El objetivo fue dar seguridad en hacer bien los dibujos, y esto significaba reproducir la realidad de la manera más representativa.
Se usó en las décadas de 1960 y de 1970, donde se lograban los “muy Bien” de la Señorita. Claro que este elemento no estaba al alcance de todos, no tenía un precio accesible.
Como producto argentino no se tiene certeza de la patente fuese concretada, pero si, persiste en nuestro recuerdo y en la nostalgia de muchos. En la imagen el Simulcop para 6° grado.