Fueron prisioneros en Tailandia, y como refugiados rehicieron su vida en la Argentina. Desde hace 40 años viven en Basavilbaso.
Dejaron sus hogares a más de 17.000 kilómetros de distancia. Los recibió otra cultura, otro idioma. Para ellos fue comenzar todo de nuevo. Su hogar hoy está en la ciudad de Basavilbaso. Ving Phouttavong, y su esposa, Tiem Lotsaly, eran dos jóvenes de algo más de 20 años, y con hijos pequeños nacidos en un campo de refugiados, cuando les llegó la noticia que podrían encontrar un nuevo hogar en un país lejano de Sudamérica. Hasta ese momento, jamás habían pensado en Argentina como un lugar para su vida.
Ving y Tiem nacieron en Laos, a orillas del río Mekong, en una zona fronteriza con Tailandia. Tenían apenas 18 años cuando se casaron en el año 1973, en ese tiempo toda la península de Indochina atravesaba uno de los tiempos más turbulentos de su historia. Laos no escapaba a la situación que tenía a su vecino Vietnam en el centro de la escena mundial.
En 1975 Estados Unidos estaba a punto de retirarse derrotado después de más de 6 años de una de las guerras más cruentas y agresivas que registre la historia del mundo. Con la derrota norteamericana, el comunismo ganó espacios en toda la región, en medio de un clima convulsionado, violento, con persecuciones, hambruna y sin un futuro pacífico cercano. Vietnam, Laos, Camboya y Tailandia vivian tiempos de guerra civil y enfrentamientos.
“Nosotros estábamos pasando mucha miseria en Laos, trabajábamos para el Estado sin sueldo, solo por la comida, que era una caja de raciones que debían durar un mes. Si no alcanzaba no se podía reclamar”, recuerda Ving cuarenta años después, en un español aprendido a los tirones, pero con la calidez y la amabilidad de un hombre que sabe lo que es realmente pasar por momentos difíciles, y que hoy vive en la tranquilidad de su casa en la ciudad de Basavilbaso.
“En 1975 nos reunimos con otros amigos y compañeros del barrio y decidimos escapar hacia Tailandia a través del río Mekong. Éramos cinco hombres prendidos de una cámara de auto. Nadando, y sosteniéndonos de la cámara cruzamos el Mekong”.
Ese fue apenas el comienzo de un periplo que duraría varios años. En Laos todavía quedaba su esposa y un bebé recién nacido que quedarían a la espera de noticias suyas para intentar su propia huida.
De Laos a Basavilbaso: comenzar de cero al otro lado del mundo
En medio del conflicto
El largo y violento proceso de independencia de esa región del sudeste asiático atravesó casi tres décadas de conflictos. Desde las luchas para dejar de ser colonia francesa, pasando por la tremenda guerra de Vietnam, y los conflictos internos de cada uno de los países que integraban la península de Indochina, el sufrimiento de millones de habitantes se tradujo en huidas, represalias, campos de refugiados y familias desmembradas para siempre.
Toda la región se transformó en un teatro de operaciones donde las potencias de la Guerra Fría apoyaban los movimientos de guerrillas de uno y otro bando. Más de dos décadas de conflictos armados entre el régimen comunista y los partidos de derecha afectaron a Laos.
En 1975, el Frente Patriótico Laosiano se hizo con el poder y fundó la República Democrática Popular Lao. Los triunfos comunistas en Vietnam y Camboya establecieron un régimen socialista integral en la región, y los nuevos modos de producción provocaron una marcha masiva de su población hacia países vecinos.
Prisioneros
En su huida por el Mekong, Ving fue capturado al llegar a Tailandia, y como todos los que escapaban del régimen, Ving también fue confinado a uno de los campos de concentración que Tailandia había conformado de común acuerdo con su vecino Laos.
“Era como un gallinero, éramos más de 250 familias, más de mil personas, vivíamos en galpones de 100 metros por 6 de ancho, dormíamos en el suelo, estábamos como prisioneros políticos, vigilados por los militares, y no había forma de salir”, recuerda.
Seis meses después, y con un bebé a cuestas, Tiem pasó de contrabando a Tailandia en una canoa de pescadores que se dedicaba a traficar migrantes y cobraban para transportar gente que huía de Laos.
Tiem también sería capturada por los militares tailandeses y seguiría el mismo destino que Ving. Gracias a ello la familia volvería a reunirse. En un campo de concentración, pero juntos.
El encierro en el campo de prisioneros duró casi cinco años. Allí nacieron dos hijos más del matrimonio en el marco de una vida sumida en las necesidades, el hambre y la falta absoluta de libertad.
“Criar chicos en un campo de concentración fue algo muy difícil, hacíamos pañales con ropa vieja, trapos viejos. Para nosotros llegar a la Argentina fue un cambio muy grande. No fue fácil, pero con el tiempo nos fuimos adaptando”, señala Tiem recordando aquellos años de madre joven bajo un régimen de encierro.
Nuevas esperanzas
El fenómeno demográfico que se daba en esa región, instó a las Naciones Unidas a llamar a la Conferencia Internacional en Ginebra en procura de resolver la situación de los refugiados. 65 gobiernos participaron de la cumbre de 1979: firmaron compromisos con la promesa de recibir a las comunidades desplazadas del sudeste asiático. El gobierno argentino de facto, formó parte de ese acuerdo con el objeto de mostrar una faceta solidaria de lo que sería la dictadura más sangrienta que ha tenido Argentina.
“Cuando llegó la gente de Naciones Unidas al campo de concentración, nos hicieron muchas preguntas. De los distintos países siempre hacían las mismas preguntas: Qué estudios teníamos, qué oficio, en qué trabajaba en mi pueblo. Yo no tenía estudios, era de una familia humilde con seis hermanos, yo fui hasta cuarto grado nomás, éramos campesinos”, recuerda Ving.
Para el matrimonio Phouttavong y sus hijos el destino quedaría marcado luego de aquellas entrevistas: Su nuevo hogar sería la Argentina.
“Nosotros fuimos la última tanda de refugiados que llegó a la Argentina. En 1980 nos trajeron en avión, con muchas escalas. Los primeros laosianos llegaron a partir del 79, hubo dos tandas en ese año. Primeros llegamos a Buenos Aires, estuvimos allí dos meses, y después un mes en Santa Fe. Finalmente llegamos a Basavilbaso, donde nos establecimos. A nosotros nos costó mucho adaptarnos, no conocíamos a nadie, costumbres distintas, otro idioma, hasta el clima era distinto”.
Los hermanos de Ving, por su parte, emigraron, en su mayoría, a Australia, lugar donde todavía viven.
“Cada vez que hablamos con mis hermanos y recordamos lo que hemos pasado nos da mucha emoción, pero eso ya pasó. Nosotros no podemos volver atrás. Yo tengo cinco hijos nacidos en Argentina, nuestra vida ya está plantada aquí y no nos arrepentimos”.
Comenzar de cero
Según los informes oficiales, de las mil familias que la Junta Militar ofreció recibir, desembarcaron en Argentina 293. Según los registros del Programa para Refugiados Indochinos en la República Argentina del ACNUR, 266 familias provenían de Laos, 21 de Camboya y 6 de Vietnam. Los expedientes de los archivos de la Comisión Nacional de Refugiados estiman que 1.270 personas provenientes de la región Indochina llegaron al país.
Las exigencias de Argentina para aceptar refugiados encajaron perfectamente para el matrimonio Phouttavong. “Tenían que ser matrimonios de entre 25 y 35 años con dos hijos como máximo”, recuerda Tiem, quien acompañó a su marido en todo este periplo pasando por las penurias más difíciles y atravesando medio mundo siendo apenas una madre sumamente joven.
A muchos de los refugiados les dijeron que vendrían a un país rico donde abundaba el trabajo. También les dijeron que podrían elegir su destino. Sin embargo, eso no sucedió. A mediados de 1979 el gobierno lanzó una convocatoria pública para encontrar interesados en contratar a los recién llegados para desarrollar tareas de cualquier tipo. Al principio hubo trabajo en el campo, sobre todo en ocupaciones estacionales vinculadas a las cosechas. Recién una vez que se terminaron los contratos los ex refugiados pudieron elegir libremente un lugar para intentar establecerse.
“Han pasado más de 40 años, cuando nosotros vinimos a la Argentina no traíamos nada, con las manos vacías llegamos, aquí comenzamos una vida nueva. Yo tenía 24 años cuando llegamos a Basavilbaso, aquí nos recibieron bien y mi primer trabajo fue en el frigorífico Faba, luego ingresé a la Municipalidad, ahí me jubilé. Hoy tenemos todo lo necesario para vivir tranquilo”, resume Ving.
Agradecidos
“Nosotros todavía mantenemos muchas de nuestras tradiciones y nuestras costumbres, seguimos mirando noticieros de Laos, Vietnam o Camboya. Para nosotros son países vecinos, con nuestras mismas costumbres, por eso siempre nos mantenemos informados con lo que pasa allá”, detalla Ving, mientras recuerda el paso de uno de sus hermanos que hace algunos años vino de visita.
“El quedó maravillado con Argentina cuando nos visitó, sobre todo con la comida, creo que se volvió a Australia más gordo”, bromea mientras recuerda con cariño aquellos días.
La vida en Basavilbaso los ha transformado en una familia entrerriana más. La gente los conoce, y su historia también es conocida porque para todos es llamativo tener vecinos laosianos. También han trascendido a través de YouTube, gracias a una excelente entrevista realizada por el periodista “Chanito” Barragán, la cual ha recibido miles de visitas.
Hoy, las costumbres de Ving y Tiem ya son tan argentinas como las de cualquier vecino, y si bien sus raíces están a miles de kilómetros de distancia, la mayor parte de su vida ha transcurrido en esta parte del mundo.
“Una de las cosas más lindas que tenemos en la Argentina es la comida. Jamás en la vida de mi pueblo en Laos se comió un asado como los que comemos acá. Estamos muy agradecidos a Basavilbaso, aquí nos recibieron con los brazos abiertos y pudimos rehacernos. Aquí está nuestra vida, tenemos cuatro nietos, nuestros hijos viviendo en distintos lugares de Argentina, y gran parte de nuestros mejores momentos han pasado aquí. Estamos muy agradecidos”.
El regreso a Laos
En 2014, después de 35 años, Vingh y Tiem volvieron a Laos. Lo hicieron como turistas. “No podemos volver para vivir porque fuimos refugiados, hoy somos ciudadanos argentinos, pero pudimos encontrarnos con nuestra gente después de muchos años”, recuerdan.
Tiem pudo reencontrarse con su mamá, a quien habían llevado al aeropuerto sin decirle con quien se encontraría. “Yo tengo a mi madre en Laos y una hermana en Tailandia, eso fue una emoción muy grande, fue muy lindo”, detalla Tiem.
Ving, por su parte, se encontró con el pueblo totalmente cambiado. Tuvo que preguntar mucho para tratar de encontrar su barrio.
“Tuve que preguntar a la gente mayor para encontrar gente conocida. Hoy gracias a Internet y a la tecnología podemos saber más, pero no ha sido fácil, yo todavía tengo parientes, muchos primos en Laos”, recuerda de aquel viaje en el que estuvieron cerca de un mes en el país que los vio nacer.
Fuente: Diario UNO.