Recuerdo su voz, su alegría. Pero sobre todo recuerdo su presencia. Esa que nunca faltaba en la terminal de ómnibus, haga calor o frío. Él siempre estaba. Nunca pregunté su nombre porque para nosotros era el “Sr de los Pasteles”, así con mayúsculas porque no dejaba su lugar de trabajo nunca.

“Pasteeeles” te ofrecía SIEMPRE, y una o dos tres veces por las dudas que en el interín de la espera uno se arrepintiese de llevar la bandeja como prodigioso botín de viaje.

“Los Mejores, los entrerrianos”, le agregaba si a uno lo veía medio dudando y medio convencido. Recuerdo también su canasta de mimbre, que me hacía acordar a mi abuelo y su almacén. “Pasteles” representaba lo auténtico de un lugar, su gente, su perseverancia y su trabajo.

Recuerdo que una vez de las tantas que esperaba el colectivo en la terminal para viajar, me vió con mi hija y le ofreció. No le dije es una bebé, no come. “Pero son blanditos “,me dijo guiñándome un ojo de forma cómplice y su perseverancia ganó y le compré una bandeja.

Fue la ultima vez que lo vi, y luego cada vez que esperaba un nuevo viaje parecía muy callada la terminal, me preguntaba que sería de su vida. Hoy me enteré que “Pasteeeles” sufrió la amputación de dos piernas y que su vida aquí terminó.

Ojalá sus últimos días hayan sido alegres, con ese dulzón que regalaba cada vez que te encontrábamos cantando y haciendo tu día con tu botín dulce en el hombro.

Te vamos a recordar siempre! y acordate a donde vayas de seguir vendiendo.. sabrá solo Dios si en el cielo no haya gente que gusten de tus entrañables pasteeeles!!