Una mezcla de emociones nos invaden estos días. El ícono mundial del futbol ya no está más con nosotros. Ese genio, quien nos devolvió la sonrisa colectiva, y nos representó como nadie en una cancha se fue a nuestro entender temprano. Y nos dejó esa paradojal sensación de estar huérfanos de éxitos.
Quizás por eso nos aferrábamos a su figura mítica, y pretendíamos cambiar su vida, sus peleas, su adicción a las drogas, sus escándalos y excentricidades pensando que lo tendríamos para siempre.
Y Maradona en definitiva siempre fue eso, el talento en la cancha, y fuera de ella una persona descontrolada que vivió a su manera, como quiso .
Sin embargo las crisis reiteradas en nuestra Argentina, sociales , económicas y de liderazgos nos ponían a la pasión popular y al fútbol como la única posibilidad colectiva en lo que nos podíamos unir como pueblo. ¿Será por eso porque nos duele tanto? Porque se fue alguien que nos unió en la alegría y en el festejo. ¿Cosa que no tenemos muy seguido como sociedad?
Siempre pretendimos que este ídolo popular sea ejemplo en todos los aspectos. Y en tal sentido, su personalidad y su definición política generó una nueva grieta: la del comunismo, y la de lucha contra los poderosos, cuando evidentemente él era uno. Paradojas del “Diego”
Y para finalizar con su vida plagada de sorpresas, murió en medio de una pandemia y llevó a millones de argentinos a lanzarse a las calles para despedirlo. Una polémica virtud y privilegio que el gobierno aceptó y legitimó en medio de una cuarentena estricta.
Así fue “nuestro Diego”, una figura controversial, polémica, paradojal y única. Como lo fue su talento, su gambeta y su Argentinidad.
Por Vanesa Dallazuana