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Sangre de sus manos: las huellas de la muerte de Urquiza en el Palacio San José

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El 11 de Abril de 1970: el día que falleció el general Urquiza éste se encontraba descansando.

“Las puertas estaban abiertas y todo fue muy bien planeado. Si no, la turba asesina jamás hubiera logrado su cometido. Además, venían de parte de su sobrino, Ricardo López Jordán: por eso pudieron pasar”, cuenta Guillermo Minatta, arquitecto y director del Museo Nacional Palacio San José, ubicado 30 km de nuestra ciudad,

El Palacio conserva intacta, como testigo mudo del hecho criminal, la habitación donde el general encontró su muerte y fue velado. Su viuda, Dolores Costa, dispuso que no se limpiara la sangre ni se disimularan los disparos. Trasladó la cama matrimonial al cuarto contiguo y convirtió la sala de la tragedia en oratorio y santuario. El cuerpo hoy descansa en la catedral de Concepción del Uruguay, donde estuvo oculto durante 80 años para evitar su profanación.

El día fatal

Una partida de 50 hombres ingresó por la parte posterior del edificio bajo las órdenes del coronel Simón Luengo a atacar la residencia vociferando: “abajo el tirano, viva el General López Jordán. Al grito de “vienen a matarme”, Urquiza llegó a correr a su habitación y buscar el arma de su mesa de luz. Intentó escapar a los tiros. En ese momento, una bala lo alcanzó en la sien, cayó, y lo remataron salvajemente con siete puñaladas. Tenía 69 años”, dice Minatta.

En el museo, varios objetos cuentan la hora de su muerte: el mencionado sillón de la galería. Y la sangre, como un tatuaje fúnebre; las manchas viejas protegidas con un vidrio sobre la puerta antigua, huellas que el tiempo y su viuda no quisieron borrar.

En una vitrina se exhibe la prótesis de su dentadura -agujereada por la bala-, la fotografía post mortem (un hábito de la época), un mechón de su pelo, la mascarilla funeraria que se le colocó sobre el rostro con la marca de la herida de bala que recibió del lado izquierdo, y recortes de los diarios de la época.

Sobre una pared, un retablo de mármol mandado a colocar por Dolores responsabiliza del hecho a su sobrino, el general Ricardo López Jordán, aunque sobre esto los historiadores tienen diversas opiniones.

La cartelería -micro y macro leyendas- muestra testimonios de diversos testigos acerca de la muerte de Urquiza: el profesor de música que se hallaba en el lugar, un reportaje del diario donde una de las hijas le cuenta a su nieta cómo fueron los hechos; un alumno del Colegio Nacional de Concepción, describiendo los funerales, entre otros.

Urquiza tuvo 24 hijos: 12 ilegítimos legitimados y luego 12 más con su esposa Dolores Costa, que llegó a la casa en 1854. Además, coleccionaba árboles y animales, las huertas abastecían a todo el este de la provincia así como la panadería. “Fue en enorme centro de producción donde llegaron a trabajar hasta 27 personas”, concluye Minatta.

Fuente: La Nación.

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