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El Palacio San José contó con un horno de ladrillos.

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Uno de los problemas fundamentales para llevar adelante la construcción de la residencia del Gral Urquiza y del lago artificial fue la provisión de ladrillo.

Sin embargo, la presencia de un horno ladrillero en el Palacio permitió solucionar en parte la dificultad.

La explotación del horno se basaba en un contrato celebrado entre el General Urquiza y el maestro ladrillero.

Por el convenio llevado a cabo en 1863 con Juan Echeverne sabemos que el horno se ubicaba en la propiedad del dueño de casa, que quedaba obligado a:

1-Suministrar de “yeguas” para formar el fango en el pisadero

2-Entregar los moldes para dar forma a los adobes de acuerdo al tamaño requerido.

3-Facilitar las reses para el consumo del personal “de carne buena a precio conveniente”.

4-Se obligaba a entregar mensualmente el dinero para pagar a sus peones y cien pesos de contado por adelantado, al inicio de la producción a cuenta de los ladrillos fabricados.

5-Otorgar para la fabricación sin costo alguno “el agua, leña y bosta que emplea en el trabajo”

La contraparte se obligaba a: Trabajar para producir “desde un mil hasta trecientos mil ladrillos de buena calidad, del tamaño de catorce pulgadas de largo, siete y medio de ancho y dos de grueso en crudo y puesto al pie del horno a razón de ocho pesos moneda boliviana los buenos y a razón de seis pesos los que en la entrega no se hallasen de buena calidad”

La fabricación de ladrillos, favorecida por las condiciones del suelo de la región, generó en el establecimiento una importante ocupación de mano de obra en forma permanente,

Fuente. Palacio San José

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