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Los Granaderos de San Martín: el “fanatismo frío del coraje”, el ejemplo de su jefe y un espíritu invencible

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El 16 de marzo de 1812 el gobierno ordenó a José de San Martín la constitución de un cuerpo de caballería. El militar, poseedor de una valiosa experiencia adquirida en los campos de batalla donde se batió con los ejércitos napoleónicos, formó a un grupo de hombres que serían ejemplo de conducta y arrojo

El coronel de 34 años bajó rápidamente del campanario cuando comprobó que los españoles ya habían desembarcado y marchaban hacia el caserío. Se dirigió a su tropa, que estaba en el patio del convento formados en dos columnas de a pie y les ordenó montar. Les indicó no disparar un solo tiro y que confiaran únicamente en sus sables y lanzas. Con su sable corvo desenvainado -que había comprado de segunda mano en una tienda en Londres- arengó a sus hombres. “Espero que tanto los señores oficiales como los granaderos, se portarán con una conducta tal cual merece la opinión del regimiento”, les advirtió.

Esa madrugada del 3 de febrero de 1813 fue el bautismo de fuego del cuerpo que tan celosa y cuidadosamente había formado y entrenado en tiempo récord. Pasarían a la historia como los Granaderos a Caballo.

El teniente coronel de caballería José de San Martín había partido de Gran Bretaña el 19 de enero de 1812 y luego de cincuenta días de navegación en la fragata George Canning, llegó al puerto de Buenos Aires el lunes 9 de marzo.

Venía con una amplia experiencia militar. En el ejército español combatió en cinco campañas, participó en 17 acciones de guerra y se había destacado por su arrojo e inteligencia en el campo de batalla, especialmente en el combate de Arjonilla y en la derrota del ejército napoleónico en Bailén.

No venía solo. Lo acompañaba el capitán de infantería Francisco de Vera; el alférez de navío José Zapiola; el capitán de milicias Francisco Chilavert; el alférez de carabineros reales Carlos de Alvear y Balbastro; el subteniente de infantería Antonio Arellano y el primer teniente de guardias walonas barón Eduardo de Holmberg.Ya traía en mente un plan para libertar a América del dominio español.

El Primer Triunvirato le encomendó el 16 de marzo la formación de un escuadrón de caballería. En Buenos Aires ya existía el Regimiento de Dragones de la Patria, que había sido organizado por el coronel José Rondeau.Uno de los primeros antecedentes del cuerpo de granaderos en el mundo lo encontramos por 1667, cuando el rey francés Luis XIV creó el cuerpo de granaderos de infantería que, en los sitios, iban delante de las propias columnas de asalto.

Debían ser altos, robustos, ágiles y arriesgados. Iban armados de un sable, de un hacha y llevaban un saco llamado granadera. Contenía una docena de granadas o proyectiles huecos de hierro fundido, con un orificio por donde se las cargaba. Se podían arrojar a mano, con una honda o con una cuchara. Muchos países del viejo mundo tuvieron unidades similares y fue Napoleón Bonaparte quien los organizó en cuatro regimientos, transformándolos en una fuerza casi invencible. San Martín, siendo oficial del ejército español, debió pelear contra ellos.El granadero debía ser alto, robusto y valiente. San Martín hizo una minuciosa selección y los instruyó personalmente

En 1676, también en el reinado de Luis XIV, nacieron los granaderos a caballo, armados con sable y pistola.Ese mismo 16 de marzo San Martín puso manos a la obra. Seleccionó a los oficiales entre los jóvenes de las mejores familias, esas mismas que cuando llegó a estas tierras lo miraban con recelo y desconfianza: era morocho, tenía un marcado acento español y no era conocido.

Era preciso armar el primer escuadrón de los cuatro que tendría. Nombró a José Zapiola capitán de la primera compañía. Al día siguiente Alvear fue ascendido a sargento mayor. Sus cuñados Mariano y Manuel de Escalada también fueron de la partida.

Un escuadrón estaba formado por un capitán, dos tenientes, un subteniente, un sargento primero, tres sargentos segundos, un trompeta, cuatro cabos primeros, 70 soldados montados y seis soldados desmontados. La plana mayor estaba compuesta por un comandante, un sargento mayor, un ayudante, un porta estandarte, un capellán, un trompeta, un sillero y un herrador, tal como describe Camilo Anschütz en su historia del regimiento.Granaderos en plena instrucción con el sable.

Era responsabilidad de San Martín la organización, la disciplina, la instrucción, el vestuario y el equipo. Debía pasar los requerimientos al Estado para la provisión de todo lo que necesitase. El 21 de marzo el Triunvirato aprobó su plan de trabajo, y lo instó a llevarlo adelante “sin pérdida de tiempo”.

De todas formas, San Martín se encontró con que el Estado tenía las arcas casi vacías y dependió bastante de donaciones de particulares. De su primer sueldo donó 50 pesos, mientras que Alvear lo cedió íntegro.

La primera baja que sufrió la incipiente fuerza fue por invalidez, la del sargento primero de la segunda compañía del primer escuadrón Gregorio Miltos, enfermo de tuberculosis, que tenía una brillante foja de servicios.

La primera docena de hombres que se integraron a esta unidad fueron soldados, cabos y sargentos de los Dragones de la Patria. También recibieron a 14 soldados pertenecientes al Regimiento 1 Patricios, que se habían sublevado en el Motín de las Trenzas, en diciembre del año anterior.

El uniforme de los granaderos. Predominaba el azul. También fue elegido por su jefeEl uniforme de los granaderos. Predominaba el azul. También fue elegido por su jefeEnvió a Francisco Doblas a Misiones, a quien le dio tres meses para que le llevase 300 jóvenes altos y robustos. De los 80 candidatos que el teniente José Ruiz trajo de Córdoba, San Martín descartó solo tres. Por el litoral estuvo el teniente coronel Toribio de Luzuriaga, quien reclutó, entre otros al correntino Juan Bautista Cabral, nacido en Saladas. También se incorporaron hombres provenientes de San Isidro, Morón, Pilar y San Luis, entre otros.En sus comienzos, los sables que colgaron de sus cinturas eran de latón de 36 pulgadas y si en un principio usaron lanzas fue por la escasez de ellos. Las lanzas fueron hechas según las especificaciones dadas por San Martín: debían ser cortas con asta de madera dura. También los granaderos usaban carabinas de chispa con 10 cartuchos o tercerolas, una suerte de carabina pero más corta. Por lo general, eran los oficiales que usaban pistolas, que debían adquirir con su propio dinero.Tanto las técnicas de ataque y defensa con el sable y la lanza las enseñaba, con paciencia y claridad, el propio jefe, que solía aparecerse montado en un alazán tostado o un zaino oscuro de cola larga y abundante. “San Martín formó soldado por soldado, oficial por oficial, apasionándolos con el deber, y les inoculó ese fanatismo frío del coraje que se considera invencible y es el secreto de vencer”, escribió Bartolomé Mitre en la biografía del prócer.

Los primeros caballos fueron comprados gracias a donaciones de dinero de varios vecinos de la ciudad y del interior.

El uniforme pensado por San Martín constaba de fraque, forro, pantalón, capote, maleta, chaqueta de cuartel y gorra, todo en azul. Además cuellos carmesí, chaleco blanco, botones cabeza de turco blancos (usados por los Húsares y Cazadores), casco con carrilleros o gorra y bota alta con espuelas.

El morrión era alto y tenía en la frente una granada y alrededor la leyenda “Libertad y Gloria”.Como primer cuartel se usó el de la Ranchería, ubicado en Perú y Alsina y el 5 de mayo se trasladaron al de Retiro, donde funcionaba el Cuartel y el Parque de Artillería, escenarios de encarnizados combates durante la segunda invasión inglesa. Estaban situados en lo que hoy es Arenales y Maipú. Como caballerizas se usó las instalaciones de la plaza de toros, que se levantaba más sobre la actual Avenida Santa Fe y Marcelo T. de Alvear. El resto de lo que es plaza San Martín se usaba para prácticas de combate.Todos los días se hacía una revista del aseo y antes de que los soldados abandonaran el cuartel, en la puerta un suboficial revisaba a uno por uno.

Desde su bautismo de fuego en febrero de 1813, estuvieron en infinidad de combates. El último fue el 9 de diciembre de 1824, en AyacuchoDesde su bautismo de fuego en febrero de 1813, estuvieron en infinidad de combates. El último fue el 9 de diciembre de 1824, en Ayacucho San Martín redactó un severo código de conducta que todo oficial debía cumplir. Era tomado como cobardía el solo hecho de agachar la cabeza en batalla; constituía un delito no admitir un desafío y no exigir satisfacción ante un insulto, así como no defender el honor del regimiento, por falta de integridad y por hablar mal de compañeros con terceras personas. Asimismo, estaba penado revelar disposiciones internas; por familiarizarse “en grado vergonzoso” con los sargentos, cabos y soldados, por pegarle a una mujer aun cuando ella lo hubiera insultado; por no ayudar a un compañero en batalla; por presentarse en público con una prostituta; por asistir a casas de juegos que no pertenezcan a la clase de los oficiales y por el uso inmoderado de la bebida.

Domingo F. Sarmiento escribió que de diez cuadras se distinguía un oficial de Granaderos, porque llevaba la cabeza erguida con exageración e inclinaba el pecho hacia adelante con altanería. San Martín había dispuesto que lucieran, en sus orejas, aros metálicos.

Su primer combate fue San Lorenzo el 3 de febrero de 1813 y el último Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. Los últimos granaderos regresaron a Buenos Aires en 1826 y de ellos solo siete habían estado desde un principio.

El regimiento fue disuelto y reorganizado el 25 de mayo de 1903 por disposición del presidente Julio A. Roca. “Queda reconocido como cuerpo permanente del Ejército, el Regimiento de movilización creado por resolución ministerial del 3 de febrero del corriente año, el cual se denominará, en homenaje a su antecesor, “Regimiento de Granaderos a Caballo”, establece el decreto.

En el parte del combate de San Lorenzo, San Martín escribió que “el valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los hace acreedores a los respetos de la patria”. Y tiempo después por su brillante desempeño en la campaña libertadora, le haría decir que “de lo que mis muchachos son capaces, solo lo se yo. Quien los iguale habrá, quien los exceda no”.Fuentes: Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo (1812-1826), de Camilo Anschütz; Historia de San Martín y la emancipación americana, de Bartolomé Mitre

fuente: infobae

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